martes

Vikingos de lana

A cualquier persona de mi generación (posiblemente una de las más inmaduras de la Historia) cualquier atisbo de retrofuturismo le pone palote. Ya está repetido hasta la saciedad y no hace falta ahondar en ello, llevamos muchos años psicoanalizando nuestro imposible retorno a la Arcadia ochentera.

El otro día en el metro vi a un tipo que era algo así como el Mesías de los peterpanes de mi quinta, y sin embargo resultaba absolutamente moderno. Me dejó tan fascinado que ganas me dieron de acercarme e invitarle a un Tigretón, por su estailo y su carisma.

Yo no sé si os pasa lo mismo, pero a mí este continuo revival de nuestra infancia me pone muy triste, y me hace pensar en miedos a la muerte y en la muerte misma y en la memoria colectiva de una generación incapaz de volver a sentirse como se sentía a las seis y media de la tarde de cualquier miércoles de 1996.

Por San San Antonio

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