Hay algunas historias que nos dejan indiferentes, hay otras que nos conmueven y hay otras que nos calan hasta lo más profundo. Este último es el caso de la nueva película del director de Slumdog Millionaire, Danny Boyle, y protagonizada por un James Franco desconocido hasta ahora. El resultado, espectacular como casi todo lo que hace el ‘Dean californiano’.
127 Horas (como a estas alturas, todo el mundo sabe) cuenta la historia de Aron Ralston, un aventurero de Indiana amante de las emociones fuertes. En 2003 decidió tomarse un pequeño fin de semana explorando el Blue John Canyon, una zona montañosa de Utah. Ralston, un solitario de tomo y lomo, no informó a nadie de sus planes así que cuando quedó atrapado en una pared de roca supo -instantáneamente- que la única ayuda que iba a tener para escapar de aquel paraje iba a ser la que emanara de sus propios recursos.
Después de cinco días y después de haber grabado en la pared de roca su fecha de nacimiento y la de su -más que presumible- fallecimiento, Ralston entendió que solo había una salida y procedió a seguirla con la disciplina de un militar atrapado en el frente, agarrado a una última bala.
La película se centra en las peripecias de Ralston en Utah, siguiéndolo desde el inicio de su viaje hasta el accidentado final, en la que muchos consideran ya una de las grandes candidatas a los Oscars 2011 y en especial para su protagonista, James Franco, que clava al aventurero descarrilado en su propia aventura.
Pero muy lejos de caer en la monotonía que caracteriza a este tipo de películas (véase “Viven”, película de 1993 que cuenta la historia de los 16 supervivientes al accidente del vuelo 571 en la cordillera andina y donde los protagonistas se ven ‘obligados’ a comerse unos a otros), Boyle sabía que el filme no iba a funcionar si no reflejaba de forma concienzuda todo lo ocurrido en las 127 horas que Ralston pasó en la grieta.
Así, unos giros de personalidad excepcionales que reflejan a la perfección el proceso de locura y decadencia que sufre Aron, una banda sonora tremedamente acertada (con temas como ‘Lovely Day’ , ‘Ça plane pour moi’....) y una fotografía única, hacen que la película se haya perfilado como una de las grandes favoritas a las estatuillas de 2011.
La película ha respetado de tal forma la crudeza de los hechos que en sus primeros pases para el público ha causado no menos de media docena de desmayos, concentrados en el transcurso de la famosa escena en la que Ralston sacrifica su brazo para salir vivo de allí. La aventura posterior, que incluye un descenso de otra pared vertical y una caminata con temperaturas de canícula, tampoco es manca (con perdón por la expresión), pero el momento de tensión le da al espectador una idea muy exacta del espíritu de supervivencia que es capaz de poseer un ser humano y que sale a la luz cuando la desgracia asoma la cabeza.
Sobra decir que en las primeras proyecciones de la película (con colas kilométricas en cines que van desde L.A hasta NY) se han recaudado cifras inauditas para un filme independiente (unos 50,000 euros de media por pantalla), lo que, unido a su presencia casi segura en la terna de los Oscar con una de esas historias de superación que tanto gustan a los académicos, hacen de ella un film irresistible.
A todo esto, Ralston, obvia decirlo, sigue vivito y coleando.

No hay comentarios:
Publicar un comentario